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El mercado de seguros en Chile: entre la digitalización y la desconfianza del consumidor

En los últimos años, el mercado asegurador chileno ha experimentado una transformación silenciosa pero profunda. Mientras las grandes compañías invierten millones en plataformas digitales y algoritmos predictivos, los consumidores navegan entre la promesa de mayor eficiencia y el temor a perder el trato humano que tradicionalmente caracterizó al sector. Esta tensión entre innovación y tradición está redefiniendo cómo los chilenos protegen sus bienes más preciados.

La pandemia aceleró procesos que venían gestándose lentamente. Según datos del regulador, las consultas online por seguros aumentaron un 187% entre 2020 y 2023, mientras que las ventas digitales crecieron a tasas que duplican las de los canales tradicionales. Sin embargo, este crecimiento viene acompañado de nuevas preocupaciones: la protección de datos personales, la claridad en las coberturas y la capacidad de las aseguradoras para mantener la calidad del servicio en un entorno cada vez más automatizado.

Un análisis de las principales quejas recibidas por la SVS revela un patrón preocupante: los consumidores se sienten abrumados por la complejidad de las pólizas digitales. Términos como 'exclusiones específicas', 'límites de responsabilidad' y 'cláusulas de renovación automática' generan confusión incluso entre clientes con experiencia en el mercado. La brecha entre lo que el cliente cree que está comprando y lo que realmente cubre su póliza se ha convertido en uno de los principales dolores de cabeza para el sector.

Las aseguradoras, por su parte, enfrentan el desafío de equilibrar la eficiencia operacional con la necesaria transparencia. 'Estamos invirtiendo en sistemas que permitan explicar las coberturas en lenguaje simple', comenta el gerente de una compañía líder que prefiere mantener el anonimato. 'Pero la regulación nos exige niveles de detalle que, francamente, son difíciles de digerir para el cliente promedio'.

El panorama se complica aún más con la entrada de nuevas tecnologías. Los seguros basados en telemetría, que monitorean los hábitos de conducción a través de dispositivos instalados en los vehículos, prometen primas más bajas para los conductores responsables. Sin embargo, han generado debates éticos sobre la privacidad y la posibilidad de que estos datos sean utilizados para discriminar a ciertos perfiles de clientes.

En el ámbito de los seguros de automóviles, específicamente, la competencia se ha intensificado. Nuevos players digitales ofrecen coberturas 'a la carta' que permiten a los conductores pagar solo por lo que necesitan. Esta flexibilidad resulta atractiva para las generaciones más jóvenes, pero plantea dudas sobre la suficiencia de las coberturas en caso de siniestros graves.

La situación económica actual añade otra capa de complejidad. Con la inflación presionando los presupuestos familiares, muchos chilenos están reconsiderando sus pólizas. Algunos optan por aumentar los deducibles para reducir las primas, mientras otros eliminan coberturas consideradas 'prescindibles'. Esta estrategia puede resultar contraproducente cuando ocurre un siniestro importante.

Los expertos advierten sobre los riesgos de subasegurarse. 'Un vehículo con cobertura insuficiente puede convertirse en una carga financiera devastadora en caso de accidente', explica María Elena Sánchez, académica especializada en seguros. 'La gente tiende a pensar en el costo mensual, pero no siempre evalúa adecuadamente el riesgo que está asumiendo'.

El mercado corporativo no escapa a estas tensiones. Las pymes, que representan el 98% de las empresas en Chile, enfrentan dificultades particulares para acceder a seguros adecuados. Los altos costos y los requisitos burocráticos hacen que muchas operen con coberturas insuficientes o, en el peor de los casos, sin protección alguna.

La digitalización también está cambiando la forma en que se gestionan los siniestros. Las apps móviles permiten reportar accidentes en minutos, subir fotografías del daño y seguir el estado de la reparación en tiempo real. Esta inmediatez mejora la experiencia del cliente, pero requiere que las aseguradoras mantengan infraestructuras tecnológicas robustas y equipos capacitados para responder rápidamente.

El futuro del sector parece dirigirse hacia una mayor personalización. Las aseguradoras están desarrollando modelos que consideran no solo los datos tradicionales (edad, historial de conducción, tipo de vehículo), sino también factores como los hábitos de mantenimiento, las rutas habituales e incluso las condiciones meteorológicas de la zona donde circula el automóvil.

Sin embargo, esta hiperpersonalización genera nuevas preguntas sobre equidad y acceso. ¿Estarán todos los chilenos en condiciones de acceder a los seguros más avanzados? ¿O crearemos un sistema de dos velocidades donde solo algunos puedan obtener las mejores coberturas y precios?

La educación financiera emerge como un elemento crucial en este escenario. Organizaciones de consumidores y algunas aseguradoras están desarrollando programas para ayudar a las personas a entender mejor sus pólizas y tomar decisiones informadas. 'Un cliente educado es un cliente satisfecho', señala el director de una asociación de consumidores. 'Y la satisfacción del cliente es, al final, lo que garantiza la sostenibilidad del negocio'.

Mientras tanto, el regulador observa atentamente estos desarrollos. La Superintendencia de Valores y Seguros ha emitido varias circulares buscando equilibrar la innovación con la protección al consumidor. El desafío es no frenar el progreso mientras se asegura que los derechos de los asegurados no se vean comprometidos.

El camino hacia un mercado asegurador más moderno y accesible está lleno de oportunidades, pero también de riesgos. La clave parece estar en encontrar el punto justo donde la tecnología mejore la experiencia sin eliminar el elemento humano que, en momentos de crisis, sigue siendo invaluable para los clientes.

Lo que está claro es que el seguro dejará de ser ese producto que se contrata por obligación para convertirse en una herramienta de gestión de riesgos activa y personalizada. La pregunta que queda por responder es si el mercado chileno está preparado para esta evolución, tanto desde la oferta como desde la demanda.

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