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El seguro de auto en Chile: más allá de la póliza, un viaje por las grietas del sistema

En las calles de Santiago, mientras el smog se mezcla con el humo de los escapes, millones de conductores navegan con una falsa sensación de seguridad. Pagan religiosamente sus primas mensuales, guardan la póliza en la guantera, y creen que con eso basta. Pero la realidad, como descubrimos tras meses de investigación, es más compleja y preocupante de lo que las aseguradoras quieren que sepamos.

La primera grieta aparece en los detalles que nadie lee. Las cláusulas escritas en letra microscópica que determinan cuándo te cubren y cuándo te dejan varado. Hablamos con María, una profesora de La Florida cuyo auto fue vandalizado. Su seguro, de una compañía que prometía 'cobertura total', se negó a pagar porque el incidente ocurrió después de las 10 PM en una calle 'no catalogada como segura' según sus parámetros internos. Parámetros que, por supuesto, nunca compartieron al momento de la venta.

Mientras tanto, en las oficinas de las aseguradoras, los algoritmos trabajan horas extras. No para proteger a los conductores, sino para maximizar ganancias. Un ex analista de una gran compañía, que pidió mantener su identidad en reserva, nos contó cómo los modelos predictivos identifican 'clientes de alto riesgo' no solo por su historial de manejo, sino por su código postal, edad e incluso el modelo de su vehículo. 'Si vives en ciertas comunas y tienes más de 60 años, tu prima subirá automáticamente un 15%, aunque nunca hayas tenido un accidente', reveló.

El panorama se complica cuando miramos las estadísticas reales versus las publicadas. Las aseguradoras reportan índices de satisfacción del 85%, pero en los juzgados de policía local encontramos cientos de demandas por negativas de cobertura que nunca aparecen en sus reportes anuales. Don Roberto, un taxista de 30 años de experiencia, nos mostró la carta donde su aseguradora rechazaba el pago por daños en una colisión menor. 'Dijeron que fue mi culpa porque frené bruscamente', contó mientras mecía la cabeza. '¿Y qué se supone que haga cuando un perro cruza la calle?'

La digitalización prometía transparencia, pero creó nuevas barreras. Las plataformas en línea, con sus chatbots eternamente 'optimistas', dificultan el contacto humano cuando realmente se necesita. Carolina, una arquitecta que chocó en la Costanera, pasó tres horas saltando entre menús digitales antes de conseguir hablar con una persona. 'Era como si no quisieran que los encontráramos', reflexionó.

Pero no todo es oscuridad. En regiones descubrimos iniciativas que merecen ser contadas. En Concepción, un grupo de conductores organizó un sistema cooperativo que redujo sus primas en un 20% mientras mejoraba la cobertura. 'Nos conocemos, confiamos unos en otros, y eso hace la diferencia', explicó Pedro, uno de los fundadores. Su modelo, aunque pequeño, plantea preguntas incómodas sobre por qué el sistema tradicional es tan rígido y costoso.

El futuro se asoma por el retrovisor con los vehículos autónomos y los seguros por kilómetro recorrido. Las grandes compañías ya invierten millones en estas tecnologías, pero ¿están preparados los conductores chilenos? En nuestras entrevistas, el 70% desconocía que su póliza actual probablemente no cubriría accidentes con vehículos semi-autónomos. La regulación, como suele ocurrir, va varios kilómetros detrás de la innovación.

Al final del camino, encontramos que el problema no es solo de coberturas o primas, sino de educación. Los chilenos sabemos más sobre las especificaciones de nuestros celulares que sobre las pólizas que supuestamente nos protegen. Las aseguradoras, en lugar de simplificar la información, la esconden detrás de jerga legal y procesos burocráticos.

La solución, como nos demostró el caso de María, la profesora que finalmente ganó su reclamo tras ocho meses de lucha, está en la organización y el conocimiento. 'Aprendí a leer la letra chica, a guardar cada evidencia, a no conformarme con la primera respuesta', nos dijo con una sonrisa cansada pero victoriosa. Su historia, como la de tantos otros, revela que el verdadero seguro no está en el papel, sino en nuestra capacidad para entenderlo y exigir que cumpla lo prometido.

Mientras el parque automotriz crece y las calles se congestionan, la pregunta sigue en el aire: ¿Estamos comprando protección o solo ilusión de seguridad? La respuesta, como descubrimos, depende menos de la compañía que elegimos y más de nuestra disposición a mirar debajo del capó del sistema que nos venden como infalible.

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